El amor no tiene por qué doler, enigmática frase del Dr. Ernesto Lammoglia. Esta propuesta encierra más que la configuración del amor como un idilio perfecto, señala que es un sentimiento compartido que sostiene un vínculo enriquecedor para ambos sujetos. Un vínculo capaz de permitirles desarrollarse en el más pleno sentido de su existencia individual.
La pasión y el sufrir por amor, es una de las ideas que tenemos más arraigadas al amor. Nos hemos empapado una y otra vez de novelas románticas en las cuales el sufrir en una relación es inevitable y está relacionado con la intensidad y la profundidad de los sentimientos amorosos. Nada más lejos de la realidad. Aunque es entendible que esta manera de entender el amar pueda ser inconscientemente tentadora, distrayéndonos de la realidad y responsabilidad de nutrir nuestras propias vidas.
Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben. Siempre se están yendo, siempre, hacía
alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan.
(los Amorosos, Jaime Sabines).
Reflexionemos que para que exista un vínculo amoroso necesitan estar incluidos dos individuos.
Para ello es indispensable volverse persona, necesitamos enriquecer nuestra personalidad e intereses (Carl Rogers). Tener una serie de pilares de los cuales sostener nuestros sueños para que no seamos presa del abuso o la desnutrición amorosa.
Para no rogar por amor. No es necesario ahogar el romanticismo en racionalizaciones, sino darnos las tablas necesarias para poder amar con madurez y poder identificar si existen situaciones de arbitrariedad emocional.
Pues cuando se ama desde la avidez es muy común aceptar lo que sea, magnificar al otro hasta llevarlo a ser un modelo ideal o si nos perdemos demasiado, acabar emparejados con algún sujeto con personalidad narcisista, con la cual muy seguramente terminaremos con la autoestima más lastimada que como estaba.
La sociedad a través de dramas proyectados continúa muchas veces enseñando a amar desde el sufrimiento, haciendo un terreno propicio para la existencia de relaciones tóxicas. Sin embargo, también somos actores que podemos dejarnos embelesar por el brillo del escenario. Puesto que al colocarnos en el rol de la víctima del desamor. También podemos llenar al príncipe azul de nuestras avasalladoras expectativas. Sin darnos cuenta de que sobre exigimos al otro para pedirle que sea otra cosa distinta a la que es y que encima, no le corresponde cumplir. Muchas veces jugando al rol de salvador, suplicante o admirador incondicional. Sin identificar que muchas veces estamos más llenos de vacío y una tremenda falta de proyectos de vida, que de amor verdadero.
“Donde hay apego, no hay amor, y como no sabemos amar, dependemos, y… si hay dependencia, hay
miedo. Uno no puede liberarse del miedo mientras no comprenda la relación y la relación solo puede comprenderse cuando la mente se observa en todas sus relaciones, lo cual es el principio del conocimiento propio”
-Krishnamurti-
No significa amar fría y calculadoramente, se trata de comenzar un proceso de conocimiento interno. De brindarnos suficientes proyecto, sueños y vínculos que enriquezcan nuestra vida, para que, al estar frente a la posibilidad de amar, seamos poseedores tanto un buen filtro amoroso, como de la capacidad de dar sin quedarnos sin aliento. Como la frase trillada, pero muy cierta cita: Amarnos para ser amados. Amarnos tanto como para no caer en el desamor.
Algunos tips autoamorosos para prevenir la codependencia emocional:
- Autoconocimiento y proceso personal: es imperativo asumir la responsabilidad por la salud emocional propia y ocuparse de sanar las heridas del pasado.
- Aprender a ver, amar y valorar lo más precioso que tenemos, que es nuestra esencia
- Velar por nuestro desarrollo personal y profesional
- Cultivar redes de apoyo
- Proveernos de diversión, hobbies e intereses que nos gratifiquen