¿Y si no recibí la afirmación necesaria en mi niñez, tendré una baja autoestima para siempre? La respuesta es un tranquilizador, no. Dada la importancia que tiene como factor estructurante en la personalidad, como se ha observado en diversas ciencias sociales, esta construcción ha generado variadas investigaciones. El objetivo del presente artículo es puntualizar los temas fundamentales en la autoestima con la finalidad de aprender a fortalecerla.
Muchos hemos escuchado en diversos espacios preceptos parecidos a: “ama a los demás como te amas a ti mismo”. Este paradigma se encuentra presente en la mayoría de las religiones y nos exhorta a saber que todo el mundo debería amarse a sí mismo, al menos en igual medida que a cualquier otra persona o cosa, por ello podemos reflexionar en que para saber amar, será necesario que ames primero algo fundamental y eso es, a tí mismo. Tu eres la primera unidad humana con la que estás en contacto. Nadie más que tú para acompañarte veinticuatro horas por siete días de la semana. ¿Cómo o con qué fuerza podríamos amar a alguien o algo, si estamos en guerra u odio constante con nosotros mismos?
Marshall Rosenberg (1965) psicólogo estadounidense creador de la teoría de la Comunicación no violenta y de la más conocida escala para medir la autoestima, afirmó que este término se refiere a la evaluación individual general positiva del sí mismo. Reafirmó que la alta autoestima no patológica consiste en que un individuo tenga sentimientos de autorespeto y se considere digno de estar en el mundo y de ser feliz. De la misma forma su significado se relaciona con las creencias en sus habilidades, capacidades y relaciones. Dimensiones con las que coincidieron Deci y Ryan (1991; 1995) quienes aportaron la distinción entre autoestima contingente y la verdadera, siendo la autoestima contingente aquella que deviene de los sentimientos producidos al igualar algunos estándares de excelencia interpersonales o intrapsíquicos, mientras que la autoestima verdadera, no está condicionada al resultado de los hechos. Erick From (1956) por su parte, al hablar del amor y el auto amor, proporcionó un par de pistas acerca de su conformación, siendo la parte incondicional de la autoestima o autoamor aquel sentimiento subjetivo de aprecio por uno mismo, autoconocimiento y dignidad y, por otra parte el identificado sentido de autoeficacia, mismo que nos reafirman los otros -a menudo en nuestros grupos de referencia- y lo fáctico -Nuestros logros o reconocimientos visibles-, al tener la posibilidad de realizar hechos que son congruentes con lo que nos planteamos ser.
Cómo podemos observar, muchas de estas teorizaciones tienen varios puntos de confluencia, pues si bien la autoestima verdadera y la contingente no son otra cosa que la autopercepción de una serie de experiencias propias que están llenas de afecto sobre nosotros mismos de manera incondicional, otras neutras e integradas a nuestra personalidad y otras provenientes de lo que la realidad por medio de los otros, nos devuelven. Pero con ello, podemos comenzar a preguntarnos ¿Cómo se conforma la autoestima?
La autoestima es un proceso largo que parte desde la infancia e incluso, para algunos autores, desde la expectativa que los padres tienen anterior a nuestro nacimiento. La autoestima también se relaciona con nuestro temperamento, la adecuada formación de la autoimagen y la autoconciencia. Al inicio de nuestras vidas esta experiencia de quienes somos o lo que podemos esperar del mundo, son reflejadas por nuestros padres o cuidadores primarios y al paso del tiempo estos cimientos son reforzados por todas nuestras experiencias significativas que de alguna manera nos reafirman quienes creemos que somos (Brown et al., 2001). Estas experiencias a menudo nos ayudan a reforzar la confianza en nuestra capacidad o en nuestro valor, pues a través de los otros o los hechos, se van anclando en evidencias internas de autopercepción.
Es cierto que diversos estudios han hablado acerca de la importancia que tienen las experiencias en la primera infancia con respecto a estos pilares y su reafirmación en la adolescencia con el fomento de la autonomía. Esta afirmación nos puede llevar a pensar ¿Y si no recibí la afirmación necesaria durante las primeras etapas de mi vida para consolidar una buena autoestima, tendré una baja autoestima para siempre? La respuesta es un tranquilizador, no. Podemos afirmar que si bien, el estado idóneo del desarrollo de una sana autoestima inicia en la infancia y puede ser un excelente pronóstico de éxito para muchas personas, no es definitivo, ni inamovible. Esto sería más parecido a ir subiendo un paraje o montaña iniciando desde distintas alturas. Que si bien, hace el camino un poco más largo, cuenta con la excelente noticia de ser una construcción dinámica y a menudo propia. Puesto que parte de nuestro trabajo como personas es ser cada vez más nosotros y menos las expectativas de los demás. Por lo que el trabajo de cultivar, cuidar y fomentar una autopercepción más positiva, realista y equilibrada sobre nuestro propio valor, es nuestra tarea y como cualquier habilidad se puede aprender y reforzar. Siempre que tomes y te responsabilices de esta consigna y la pongas conscientemente en tus manos. Pero, a qué nos referimos con una baja autoestima.
A una baja autoestima la podemos definir como una autopercepción negativa de nosotros mismos, a menudo acompañada de desconfianza de nuestras capacidades frente al mundo y un sentimiento de no merecimiento sin aparente explicación e inclusive autodesprecio. Podemos imaginar que con tales sentimientos sobre nosotros mismos no sólo seremos proclives a la depresión, la ansiedad, los celos y otros males,pues si bien, la alta autoestima -Más no descomunal- puede ser un refugio y herramienta para quien la tiene y un lastre, barrera o creencia de invalidez que invade nuestra visión sobre lo que somos y no somos capaces de lograr.
Durante este artículo hemos revisado que la autoestima es una construcción acerca de lo que pensamos que somos, lo qué nos hace sentir al respecto y las consecuencias que puede tener esta deliberación. Si seguimos el órden de estas afirmaciones, podemos decir que sí es posible reestructurar cómo es que estamos pensando y cambiar progresivamente las concepciones que tenemos acerca de nuestro ser. Esto puede sonar simplista o titánico según sea el caso, y efectivamente, podemos decir que no es una tarea que no requiere de dedicación, pero definitivamente hay diversas evidencias de que es posible lograrlo. A manera de conclusión te damos algunas recomendaciones para combatir la baja autoestima y comenzar a fomentar un autoconcepto más justo contigo. Si bien estas alternativas no resuelven el problema de raíz, si pueden ser un buen comienzo para que inicies tu camino de fortalecimiento. Te deseamos un buen viaje y dejamos estas notas para ti:
Recomendaciones para fortalecer la autoestima
Mtra. Abigail Lucía Tapia Aguilar
Bibliografía:
Brown, J. D., y Marshall, M. A. (2001). Self-esteem and emotion: Some thoughts about feelings. Personality and Social Psychology Bulletin, 27, 575-584.
Deci, E. L., y Ryan, R. M. (1991). A motivational approach to self: Integration in personality. In R. Dienstbier (Ed.), Nebraska symposium on motivation: Perspectives on motivation, 38, 237-288. University Of Nebraska Press
Deci, E. L., y Ryan, R. M. (1995). Human autonomy: The basis for true self-esteem. In M. Kernis (Ed.), Efficacy, agency, and self-esteem, 31-49. Plenum.
Fromm, E. (1956). The Art of Loving. Harper y Row. (El arte de amar. Editorial Paidós, 1998).
Roca, E. L. I. A. (2013). Autoestima sana. Una visión actual, basada en la investigación
Rosenberg, M. (1965). Society and the adolescent self-image. Princeton University Press.
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